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El rol de los recursos naturales y la ciencia en la salud del planeta por TNC, Latinoamérica

Pais: Latinoamérica

Fecha: 04 de Noviembre del 2020

El rol de los recursos naturales y la ciencia en la salud del planeta por TNC, Latinoamérica

Hace doscientos años, el alemán Alexander von Humbold desarrolló la idea de que había cambios en el clima provocados por los humanos y advirtió que “los humanos están interfiriendo con el clima y eso podrá afectar a las generaciones futuras”. Aunque vivió en el siglo XVIII, Humboldt ya percibía la frágil relación entre las personas y la naturaleza.  Merecidamente, Humboldt es el ser humano que más honores ha recibido, y da nombre a innumerables parques, plantas y demás. Su pensamiento era respetado e influyó sobre los tomadores de decisiones de su tiempo, incluyendo a Thomas Jefferson y James Madison, entre muchos otros. Exactamente cien años después del nacimiento de Humboldt, Ernst Haeckel, otro alemán, propuso el concepto de la “Ecología”.

 

Haeckel cayó en la cuenta de la necesidad de crear una rama específica de la ciencia que lidiara con la relación entre los seres vivos y el entorno que habitaban. La Ecología se hizo conocida a mediados del siglo XX y, en los últimos cincuenta años, ha probado la interconexión entre los elementos de los ecosistemas.

 

La forma en que la sociedad entiende el rol de la ciencia en el mundo ha cambiado a través de los siglos. Muchos exploradores fueron condenados a prisión o inclusive a muerte por ofrecer conocimientos que hoy nos resultan obvios, como la propia forma de nuestro planeta. Ahora, una vez más, vemos cómo se ataca a los científicos y cómo las advertencias importantes para la humanidad son ignoradas.

Exactamente hace un año escribí un análisis sobre cómo el cambio climático creó un riesgo preocupante que ha sido subestimado por la mayor parte de los gobernantes, pero que representaba la mayor amenaza para la sociedad en la historia de la civilización.

 

 

Los retos están interconectados. El uso rampante de los recursos naturales y la degradación ambiental tienen hoy un efecto directo en la salud de las personas, en la generación y distribución del ingreso y en la desigualdad y las migraciones masivas, lo que, a su vez, amenaza la estabilidad socioeconómica y política.

 

Es interesante ver que un año después enfrentamos una emergencia climática y estamos ahora lidiando con una pandemia sin precedentes, de alcances todavía inciertos, generando no solamente las amenazas predichas sino también la inestabilidad socioeconómica misma. A pesar de las constantes advertencias de la ciencia, seguimos sin prepararnos como deberíamos. Como hemos visto, las escasas inversiones en salud y en ciencia llevan a un aumento en las muertes por enfermedades tropicales. Ahora nos enfrentamos al COVID-19, una enfermedad viral que tiene un enorme impacto en la sociedad.

 

Al margen de cuánto tiempo tome encontrar una cura, los científicos nos han advertido desde hace tiempo de la posibilidad de que surjan nuevas enfermedades. El derretimiento de los polos presenta riesgos en sí mismo. Es tiempo no solo de buscar una cura para enfermedades específicas, sino también de resolver sus causas.

 

Muchos científicos vinculan la emergencia de nuevas enfermedades virales con la degradación ambiental, la falta de prácticas sanitarias y la destrucción de los ecosistemas naturales. También hay una correlación entre los cambios de temperatura y la proliferación de organismos patógenos.

 

Los puntos de vista económicos tienden a ver los bienes naturales y los servicios ambientales como meras externalidades. Su difícil valuación no se considera como debería en la contabilidad del “flujo de efectivo” de la producción global. Tampoco se los incluye como parámetros en índices usados para medir las economías globales y el desarrollo humano.

 

Sin embargo, algunos economistas han empezado a detectar serias fallas en el sistema económico y a señalar que estamos cerca de vivir cambios importantes en la economía global. Están en lo cierto, aún si todavía no tenemos elementos claros para describir el nuevo enfoque que ofrecerá un giro hacia una economía sustentable.

 

Ya sabemos que las medidas que inducen el consumo no son tan efectivas como parte de las soluciones de largo plazo. Los investigadores sobre el tema ven la contracción global actual como una extensión de la crisis del 2008. También señalan que esta crisis podría ser uno de los primeros signos del fracaso a la hora de considerar los recursos y servicios ambientales en el modelo de producción. Esto no es un discurso ambientalista sino una realidad económica global.

 

Si el modelo económico actual no es revisado, las externalidades negativas de la degradación ambiental golpearán a la sociedad, especialmente a los más vulnerables, y comprometerán el desarrollo económico y social. Una de estas externalidades es la emergencia de nuevas epidemias que, como el COVID-19, generarán pérdidas económicas de billones de dólares. Esta noción hace más notable que las ciencias económicas y ecológicas son interdependientes y deben incorporarse a las políticas públicas, no solamente en tiempos de caos sino también y sobre todo para la prevención de catástrofes.

 

Apenas unas cuantas semanas de aislamiento y confinamiento humano y el planeta ya ha mostrado signos de su rápido poder regenerativo. Las imágenes satelitales revelan una atmósfera limpia en ciudades muy contaminadas. La calidad de los ríos y de las aguas ha mejorado. Son señales de esperanza que apuntan hacia un nuevo camino con importantes resultados en la conservación del medio ambiente y de la salud global.

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