Nueva edición - Monitor para la seguridad alimentaria de las Américas por IICA sede central, Costa Rica
Pais: Costa Rica
Fecha: 24 de Julio del 2020
Nueva edición - Monitor para la seguridad alimentaria de las Américas por IICA sede central, Costa Rica
La vuelta a la normalidad ¿mantener la vulnerabilidad de lo esencial?
La calificación de esencial que la mayoría de los gobiernos en el mundo le dieron a la producción, la disponibilidad y el acceso a los alimentos en el contexto de la pandemia ocasionada por el COVID 19, da la posibilidad de plantear distintas interpretaciones y a visibilizar contradicciones que normalmente acompañan el desarrollo de las sociedades.
Si lo esencial corresponde a lo relativo a la esencia, como lo describe el Diccionario de la Lengua Española; a lo que no necesita explicación, sino que se percibe y es invisible a los ojos, si tomamos como referencia a Antoine de Saint-Exupéry en El Principito, estamos frente algo que está entre la filosofía y la poesía.
Si a aquello le incorporamos un lente de funcionalidad, observamos que también es algo necesario, sin lo cual se generan retrocesos, disfuncionalidades y paralizaciones. Y algo que resulta absolutamente primordial: se puede perder. La noción de “riesgo de pérdida” contribuye a definir lo esencial.
En general, con algunas de esas conceptualizaciones, los gobiernos definieron como esenciales las actividades, productos y servicios relacionados con la alimentación, la salud, la comunicación y la banca, entre los principales. Durante el proceso al que nos hemos visto abocados, también resultó que era igualmente esencial la vivienda digna y el agua potable.
Hacia sistemas económicos más sostenibles y resilientes: Una mirada desde Latinoamérica
La Pandemia del Coronavirus encuentra a un mundo fraccionado, enfrentando una severa crisis ambiental, niveles de pobreza en aumento y bajos niveles de crecimiento económico, de los cuales América Latina no está exenta. Se constituye en uno de los trances más difíciles de la historia reciente que traerá consecuencias de enormes magnitudes, iguales o inclusive más profundas que la Gran Depresión de 1929 y la crisis financiera del 2007-2008.
Enfrentamos una crisis social y económica que el sector privado y las fuerzas del mercado por sí solas no podrán resolver, y para la cual se requiere de la activa y oportuna participación de los estados, y de la sociedad civil organizada.
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